El principio del camino hacia la mejoría puede ser desalentador porque, a medida que nos abrimos para examinar y procesar los sentimientos internos y las tensiones externas, pueden aparecer muchos puntos de dolor. A veces, para empezar a sentirnos mejor hay que exponerse a la tristeza, el dolor y la rabia que teníamos reprimidos o enmascarados. La sensación puede ser la de estar en la línea de salida de una maratón y ver el largo camino que tienes por delante pensando: «No sé si puedo hacerlo, no sé si soy lo bastante fuerte, no me siento seguro en este momento». Pero en la maratón del sentirse mejor, no pasa nada por no correr, no pasa nada por dar pequeños pasos, por sentarse y hacer un descanso, por caminar de la mano de un amigo. No pasa nada por no llegar a la meta en el primer intento, ni en el segundo, ni en el tercero. Pero cada vez que lo intentes, notarás que llegas cada vez más lejos, mientras tu mente desarrolla los músculos y la resistencia que necesitas para llegar a tu destino. Los pequeños logros se van sumando para que el cambio sea notable. Cada hábito autodestructivo que aprendes a romper es un paso que te acerca a sentirte más en paz con tu realidad. Cada pensamiento negativo que neutralizas es un mensaje a tu crítico interior de que ya no le permites devorar tu felicidad. Cada esfuerzo consciente por reconciliarte contigo mismo es un recordatorio de que mereces amor y cariño. El cambio no se produce de la noche a la mañana. Cuidar la salud mental siempre merece la pena, no importa en qué punto de tu trayectoria personal te encuentres. Tal como sucede con cualquier habilidad nueva que se aprende, requiere práctica diaria, tanto en los días buenos como en los malos.