Me resistí a la gratitud durante mucho tiempo. Aunque tenía mucho que agradecer: una familia cariñosa, estabilidad económica…, no tenía la capacidad mental suficiente para disfrutar de mis privilegios. La enfermedad mental tiende a impregnar incluso las partes más positivas de nuestras vidas, pone la negatividad en primer plano. Tanto que, cuando a uno le cuesta recordar la última vez que sintió verdadera alegría o satisfacción, hasta las personas alegres pueden producirnos rechazo. Pero la gratitud es importante, sobre todo cuando la vida se nos pone cuesta arriba, porque recordar todo lo bueno puede hacer que lo malo se sienta menos pesado, o menos prevalente.

La gratitud no significa ignorar las cosas que nos parecen malas o difíciles, es un espacio para apreciar lo bueno, incluso los detalles. Son pequeñas semillas de alegría en medio de lo cotidiano. ¿Sientes suficiente gratitud por tu vida? Puedes valorarlo haciéndote preguntas como estas:

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• Cuando miro el mundo,¿identifico cosas por las que estoy agradecido?

• ¿Tengo momentos frecuentes de agradecimiento por cosas?

• Si hiciera una lista de cosas por las que estar agradecido,¿sería una lista larga?

• ¿Sé apreciar los pequeños detalles de la vida?

• ¿Aumenta mi agradecimiento por la vida a medida que envejezco?